07/11/2021 Domingo 32 (Mc 12, 38-44)
- Angel Santesteban
- 6 nov 2021
- 2 Min. de lectura
Guardaos de los escribas. Les gusta pasear con largas túnicas, que los saluden por la calle…
Son los celosos guardianes de la ley y de la tradición; algo así como los policías de Dios. Promueven lo que les diferencia de los demás: ropajes, títulos, ceremoniales…Sin ser conscientes de ello, se sirven de la religión para situarse un peldaño por encima de los demás. Tienen un corazón pequeño en el que solo caben ellos mismos. Sus prédicas, en lugar de liberar, oprimen: Atan cargas pesadas y las echan a las espaldas de la gente (Mt 23, 4).
Os aseguro que esa pobre viuda ha echado en el cepillo más que todos los demás.
Esta pobre viuda vive lo religioso de modo radicalmente distinto al de los escribas. Actúa de manera callada y humilde pero, desde su pobreza, se muestra profundamente solidaria con los demás. Tiene un corazón grande, lleno de Dios.
Pues todos han dado de lo que les sobra; pero ésta, en su indigencia, ha dado cuanto tenía para vivir.
Estando llena de Dios, la pobre viuda actúa como Dios. El Dios de Jesús, el Dios que es Jesús, que no nos da lo que le sobra, sino que nos da lo más querido: Tanto amó Dios al mundo que nos dio a su Hijo (Jn 3, 16); el Dios que se da a sí mismo. Y eso es lo que hemos de hacer quienes seguimos a Jesús: darnos a los demás como Él se nos da. Y hacerlo con la mayor sencillez, sin pregonarlo; como la viuda.
Dice el Papa Francisco: Nuestro dar a Dios en la oración y a los demás en la caridad, debería huir siempre del ritualismo y del formalismo, así como de la lógica del cálculo, y debe ser expresión de gratuidad, como hizo Jesús con nosotros: nos salvó gratuitamente, no nos hizo pagar la redención. Nos salvó gratuitamente. Y nosotros debemos hacer las cosas como expresión de gratuidad.
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