07/12/2025 Domingo 2º de Adviento (Mt 3, 1-12)
- Angel Santesteban

- hace 1 día
- 2 Min. de lectura
Tenía Juan su vestido hecho de pelos de camello, con un cinturón de cuero a su cintura, y su comida eran langostas y miel silvestre.
La figura de Juan impresionaba por su rectitud y por su austeridad; muchos acudían a él para ser liberados de sus pecados. La figura de Jesús impresionaba menos, pero muchos acudían a Él para ser liberados de sus enfermedades y dolencias. Eran muy distintos. Tanto por el estilo de vida como por su predicación.
El Bautista lo hace lo mejor que puede y sabe. Que no es mucho. Y él lo sabe: Detrás de mí viene uno con más autoridad que yo, y no soy digno de llevarle las sandalias. El bautismo de Juan es una sombra del bautismo de Jesús: Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego.
Juan entiende la conversión en su dimensión moral; como nosotros. Entendemos bien que la gente inmersa en la mundanidad necesite conversión. Entendemos menos bien que nosotros mismos necesitemos conversión. No acabamos de entender que la conversión, para Jesús, no consiste en nuestros empeños por mirarnos a nosotros mismos y arrepentirnos y mejorar nuestra conducta, sino en mirar al Señor y dejarnos en sus manos y permitirle que Él haga en nosotros como le plazca. Quienes nos consideramos buenos cristianos, vivimos excesivamente centrados en nosotros mismos, preocupados por lo nuestro, por nuestra salvación. Y Jesús nos llama a olvidarnos de nosotros mismos. Quien quiera seguirme, siéguese a sí mismo (Mt 16, 24).
Cuando la gente pregunte a Jesús qué deben hacer para convertirse, Él les dirá: Creed en quien Dios ha enviado (Jn 6, 29). A esto debemos aplicarnos en este tiempo de Adviento y Navidad. Intentemos contemplar con calma al niño del Pesebre para poder penetrar un poquito en el misterio de un Dios que nos ama hasta darnos su Hijo. Contemplar a ese niño hasta quedarnos pasmados. Y cuando ese pasmo se apodere de nosotros, estaremos convertidos, olvidados de lo nuestro y dedicados a la alabanza a Dios y al servicio de los hermanos.
Comentarios