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08/01/2022 Sábado del tiempo de Navidad (Mc 6, 34-44)

Al desembarcar, vio mucha gente, sintió compasión de ellos, pues estaban como ovejas que no tienen pastor.

A la vuelta de su misión, Jesús ha invitado a los discípulos a retirarse a un lugar solitario para descansar un poco. Pero la gente frustra su plan. Él, en lugar de mostrarse contrariado, siente compasión. Las personas por delante de los planes o proyectos. En verdad, Jesús es el rostro de la entrañable misericordia del Padre. La contemplación de ese rostro nos infunde el profundo gozo de sabernos amados por encima de nuestras infidelidades.

Les mandó que se acomodaran todos por grupos sobre la verde hierba.

La gran muchedumbre llegada de todas partes, gente que le sigue y le escucha durante varios días, nos habla de la universalidad del mensaje de Jesús. Por otra parte, vemos que la iniciativa para la solución del problema es exclusivamente suya. Nadie le pide el milagro y nadie se lo agradece. Todo comienza y acaba en el amor y compasión de Jesús. Nos lo ha dicho Juan en la primera lectura: El amor consiste no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó y nos envió a su Hijo. Dios no está inactivo esperando a lo que hagamos para actuar después. Al contrario, Él es origen y principio de todo: Es Dios, por su benevolencia, quien realiza en vosotros el querer y el obrar (Flp 2, 13).

Sintió compasión de ellos, no es lo mismo que tener pena. La palabra justa es precisamente com-pasión. El amor nos lleva a sufrir-con ellos, a involucrarse en la vida de la gente. Y el Señor está siempre ahí, amando primero. Él nos espera, Él es la sorpresa (Papa Francisco).

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