08/05/2020 Viernes 4º de Pascua (Jn 14, 1-6)
- Angel Santesteban
- 7 may 2020
- 2 Min. de lectura
No se turbe vuestro corazón. Creed en Dios y creed también en mí.
Estamos en la sobremesa de la Última Cena. Jesús ha lavado los pies a los discípulos y les ha dicho cosas muy fuertes: uno le va a entregar, Pedro le va a traicionar, todos le van a abandonar… Están asustados. Jesús intenta tranquilizarles.
En la casa de mi Padre hay muchas mansiones.
Un teólogo medieval comenta: La casa del Padre es el Hijo. Es como si dijera: en esta casa que soy yo, en que habita el Padre, cada uno encontrará acogida. La casa del Padre es Cristo, porque gracias a Él y por medio de Él, en Él y para él, existen todas las cosas.
Voy a prepararos un lugar.
Se va, pero no se va; se queda. Porque estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo (Mt 28, 20). Se trata de una presencia distinta: su presencia, con el Padre, a través del don del Espíritu. Es una presencia muy distinta pero muy real. Los sentidos no la perciben; la fe, sí. La fe es el mejor remedio contra la angustia y la inquietud.
Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí.
¿Cuál es el camino por el que hemos de correr? Cristo dijo: ¡Yo soy el Camino! ¿Cuál es la patria hacia la que corremos? Cristo dijo: ¡Yo soy la Verdad! Corremos por el camino que es Él y corremos a la meta que es Él. Y en Él encontramos nuestro descanso (San Agustín).
Jesús, Camino. A sus seguidores, aunque a veces nos sintamos fatigados, no se nos permite detenernos; siempre hacia adelante. Porque Jesús es Camino y es Caminante que acompaña.
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