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08/05/2021 Sábado 5º de Pascua (Jn 15, 18-21)

Si el mundo os odia, sabed que primero me odió a mí.

Las estructuras del mundo esconden, detrás de fachadas corteses, el desamor y el egocentrismo. Es normal que los creyentes, los que tratamos de seguir la senda del amor y de la entrega, seamos rechazados o perseguidos por el mundo. Como es normal que la ignorancia reaccione con violencia ante la sabiduría. Como es normal que una religiosidad maleada se enfrente a la religiosidad del Evangelio.

El nuestro es el camino de la cruz, el camino del Crucificado. San Pablo nos dice que nosotros predicamos a un Cristo crucificado, escándalo para los judíos y locura para los gentiles (1 Cor 1, 21). Y Jesús: Si alguno quiere seguirme, siéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame (Mt 16, 24). Nos dice también: Dichosos vosotros cuando os injurien, os persigan y os calumnien de todo por mi causa (Mt 5, 11).

Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán.

La cruz tiene infinidad de rostros: enfermedades, incomprensiones, rechazos, desavenencias… No es posible ser buen seguidor de Jesús sin saber mucho de cruces. A lo largo de la vida viviremos etapas luminosas y tranquilas; viviremos también etapas de mucha oscuridad y sufrimiento. Quien no sepa de cruces, hará bien en preguntarse si está siguiendo al verdadero Jesús o está siguiendo a una caricatura suya. Sería una mala señal que el mundo nos aceptase; nos habríamos mundanizado. O que el mundo pasase de nosotros; habríamos dejado de ser sal y luz del mundo.

¿Cuál es el arma para afrontar la cruz en cualquiera de sus formas? Respuesta del Papa Francisco: La misma que usó Jesús: la Palabra de Dios; y luego, la humildad y la mansedumbre.

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