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08/10/2020 Jueves 27 (Lc 11, 5-13)

Si vosotros, aun siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan!

Esta parábola del papá con su niño nos recuerda la del juez injusto y la viuda importuna: Oíd lo que dice el juez injusto; pues, ¿no hará Dios justicia a sus elegidos que están clamando a Él día y noche? (Lc 18, 1-8).

Jesús nos está enseñando a orar y vivir como Él oraba y vivía: confiando plenamente en Abbá. Habrá momentos en que pensaremos que Dios no escucha nuestras plegarias. Por eso Jesús insiste tanto en la bondad del Padre que sobrepasa todo lo imaginable. ¿Quizá nos convence poco la promesa del Espíritu Santo? ¿Quizá preferimos la versión de Mateo: ¡cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará cosas buenas a los que se las pidan!? (Mt 7, 11). ¿Quizá no hemos entendido todavía que la mejor de las cosas buenas es el Espíritu? Es el Espíritu quien nos da energía, luz, entereza para afrontar las situaciones más delicadas y comprometidas.

Estos tiempos de pandemia pueden convertirse en la ocasión para aprender a orar mejor y a vivir mejor. Orar y vivir como Jesús oraba y vivía; con la confianza absoluta del niño en papá o mamá. Sin permitir que el virus del miedo, virus peor que el coronavirus, domine y arruine nuestras vidas.

La oración no es magia, sino plegaria y reconocimiento de nuestro ser criaturas en manos de Dios. Orar nos ayuda a desprendernos de nuestra suficiencia y a poner nuestra confianza y seguridad solo en Abbá; como Jesús. Pero no nos exime de la responsabilidad ni de la búsqueda (Papa Francisco).

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