Algunos dijeron: Expulsa los demonios con el poder de Belcebú, jefe de los demonios.
Jesús ha liberado a un hombre de un demonio mudo y aquel hombre ha empezado a hablar: la gente se admiró. La mayoría; no todos. Porque algunos encuentran explicaciones ocultas y reaccionan con escepticismo y desdén ante el milagro. Son los que se creen más inteligentes que el común de los mortales. De una u otra forma este fenómeno es de todo tiempo y de todo lugar. Un ejemplo actual es el de los negacionistas y conspiracionistas respecto al covid y a la vacuna.
Mientras un hombre fuerte y armado guarda su casa, todo lo que posee está seguro. Pero si llega uno más fuerte y lo vence, le quita las armas en que confiaba y reparte sus bienes.
El más fuerte ya ha llegado y el príncipe de este mundo está sentenciado (Jn 16, 11). Así que nada que temer: Ni ángeles ni principados, ni otra criatura alguna podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús Señor nuestro (Rm 8, 39). Así lo vive Teresa de Ávila:Me río de todos los demonios. No entiendo estos miedos: ¡demonio!, ¡demonio! Cuando podemos decir: ¡Dios! ¡Dios! y hacerle temblar. Que ya sabemos que no se puede menear si el Señor no lo permite. Tengo más miedo a los que tan grande lo tienen del demonio que al mismo demonio (V 25, 22).
Si por el dedo de Dios expulso los demonios, es que ha llegado a vosotros el Reino de Dios.
Por tanto, ¡arriba los corazones! El más fuerte ha venido a nosotros vendidos al poder del pecado, y nos ha liberado: ¡Gracias sean dadas a Dios por Jesucristo Señor nuestro (Rm 7, 14-25).
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