08/10/2025 Miércoles 27 (Lc 11, 1-4)
- Angel Santesteban

- 7 oct
- 2 Min. de lectura
Una vez estaba en un lugar orando.
La oración de Jesús es tema predilecto del Evangelio de Lucas. Dos ejemplos: A Jesús, puesto en oración, se le abrió el cielo (Lc 3, 2). Él se retiraba a lugares solitarios, donde oraba (Lc 5, 16). Jesús no se conforma con rezar en los tiempos y lugares prescritos; la oración es, para Él, el anhelo del hijo que necesita encontrarse con el padre. Esos encuentros diarios son la fuente en que satisface la necesidad más profunda de su ser.
Cuando terminó, uno de los discípulos le pidió: Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos.
Los discípulos se fijan en lo que hace Jesús. Le observan con curiosidad. Quieren aprender. Hasta que se animan a pedirle que les enseñe a orar como lo hace Él.
Cuando oréis, decid: Padre.
Orar como Jesús tiene poco que ver con técnicas humanas. Orar como Jesús tiene todo que ver con la experiencia de quien ha aprendido a repetir y saborear la palabra PADRE. Orar como Jesús nos lleva a vivir en plenitud la realidad de ser hijos de Abbá, sin dejarnos embargar por ansiedades, recelos, miedos, desconfianzas o preocupaciones. Orar como Jesús nos hace ver que lo que pedimos en el Padrenuestro ya nos lo ha conseguido Jesús: la santificación del nombre de Dios, el advenimiento del Reino, el don del pan y del perdón y de la liberación del mal.
Cuando oramos el Padrenuestro abrimos las manos para recibir todo lo que el Padre nos ha dado en su Hijo. Así lo dice san Juan de la Cruz: Todas las cosas son mías y el mismo Dios es mío y para mí, porque Cristo es mío y todo para mí.
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