top of page
Buscar

08/12/2021 La Inmaculada Concepción (Lc 1, 26-38)

Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.

Celebramos la Inmaculada Concepción de María, la sin mancha, la llena del favor de Dios desde el primer momento de su existencia. En los Evangelios encontramos tres personas que la proclaman dichosa. La primera es Isabel: Feliz tú por haber creído. La segunda es ella misma: Desde ahora me llamarán dichosa todas las generaciones. La tercera es una mujer de entre la multitud: Dichoso el seno que te llevó y los pechos que te amamantaron.

Es maravillosa la trama de engaños y excusas entre los personajes de la primera lectura: la serpiente, Eva, Adán. Como no confían en el Creador, buscan la dicha siguiendo el propio camino. Exactamente lo contrario de María, que no se deja guiar por sus propios planes ni se deja condicionar por dudas o miedos.

Dios busca a Adán y Adán se esconde. El pecado abre los ojos a la propia desnudez; sentimos vergüenza y nos escondemos de Dios, de los demás, y de nosotros mismos. Y nos especializamos en culpabilizar a otros. María no se esconde. Dios la busca y ella responde: Heme aquí. Está abierta a Dios. El pecado cierra, aísla, hace que el hombre permanezca solo consigo mismo. Heme aquí es el remedio contra el envejecimiento del pecado, es la terapia para permanecer jóvenes por dentro. Hoy miramos la belleza de María, concebida, nacida y crecida sin pecado, siempre dócil y transparente a Dios (Papa Francisco).

María es consciente de la gran misericordia de Dios hacia ella. Y cuanto más humilde y pequeña se ve a sí misma, más descubre la grandiosidad de Dios, y mayor es el agradecimiento y la alabanza. Desde su experiencia personal de salvación, sabe con absoluta seguridad que esa misma misericordia se derramará igualmente sobre todos los hijos de Dios: Su misericordia con sus fieles continúa de generación en generación.

0 comentarios

Entradas Recientes

Ver todo

Comments


bottom of page