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09/02/2022 Miércoles quinto (Mc 7, 14-23)

  • Foto del escritor: Angel Santesteban
    Angel Santesteban
  • 8 feb 2022
  • 2 Min. de lectura

Lo que sale del hombre, eso es lo que contamina al hombre.

El libro del Génesis dice: Vio Dios todo lo que había hecho, y todo estaba muy bien (Gen 1, 31). Y san Pablo: Para los limpios, todo es limpio; mas para los contaminados y no creyentes nada hay limpio, pues su mente y conciencia están contaminados (Tt 1, 15). En verdad, nada que entre de fuera puede hacer al hombre impuro.

Claro que no podemos hacer lo que se nos ocurra. Dios, que es Amor y nos creó a su imagen y semejanza, puso en nuestro corazón el mandato del amor. El libro del Génesis lo dice así: De cualquier árbol del jardín puedes comer, mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás, porque el día que comieres de él, morirás sin remedio (Gen 2, 17).

Por eso, cuando comemos el fruto del árbol del no-amor nos trastornamos. Confundimos el mal con el bien, lo secundario con lo esencial, las tradiciones humanas con la voluntad de Dios… Somos nosotros los que ponemos en las cosas bondad o maldad, luz u oscuridad.

Jesús no distingue entre puro e impuro, entre sagrado y profano. No es que unas cosas o personas sean puras o sagradas, y otras impuras o profanas. Todo va junto, como la cizaña en el trigo. Pablo lo vive intensamente en sí mismo; se ve a sí mismo vendido al poder del pecado (Rm 7, 14).

Esta miserable realidad propia catapulta a Pablo al mejor conocimiento de la verdad del Dios-Amor. Dios soporta todo mal, todo lo que puedas cometer, con tal de hallar la ocasión de convencerte de su amor; lo cual suele ocurrir después del pecado (Maestro Eckart).

 
 
 

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