Si le dejamos que siga así, todos creerán en Él y vendrán los romanos y destruirán nuestro Lugar Santo y nuestra nación.
La autoridad religiosa judía está alarmada. La resurrección de Lázaro ha provocado que muchos judíos crean en Jesús. Así que han convocado un consejo de emergencia nacional en el que van a decidir deshacerse de Él. No se dan cuenta de que están cumpliendo el plan de Dios. Piensan en la salvación de su nación, pero están colaborando en el plan de salvación de todas las naciones.
No caéis en la cuenta de que os conviene que muera uno solo por el pueblo y no perezca toda la nación.
Son palabras de Caifás, sumo sacerdote aquel año. Caifás se entendía bien con el gobernador romano, pero era una marioneta de su suegro, el sumo sacerdote Anás. Para los cuatro Evangelistas, los primeros responsables de la muerte de Jesús son los sumos sacerdotes. La institución, la tradición y el orden establecido, cierran a aquellos hombres cualquier posibilidad de abrirse a la novedad de Jesús. Llegan a pensar que, eliminando a Jesús, hacen un servicio a Dios.
Será cosa saludable tratar de ver hasta qué punto participo de la mentalidad de esos hombres tan convencidos como equivocados. Cuantos más parecidos existan, más me costará reconocerlos. Cuando mi relación personal con Jesús esté oscurecida por lo que sea, institucional o tradicional, llegaré a convicciones tan profundas como disparatadas.
Tengamos claro que quienes manejan los hilos de la historia, no son sino instrumentos en manos de quien todo lo hace para el bien de sus hijos. Claro que, a veces, no será fácil apreciar ese bien en medio de sufrimientos y desgracias.
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