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09/07/2021 Viernes 14 (Mt 10, 16-23)

Mirad, yo os envío como ovejas en medio de lobos: sed cautos como serpientes y cándidos como palomas.

Es cierto que en una ocasión nos invita a no oponer resistencia a quien nos hace mal, y a ofrecer la otra mejilla a quien nos abofetea (Mt 5, 39). Pero el día en que Él fue abofeteado no ofreció la otra mejilla, sino que se defendió (Jn 18, 23). También es cierto que en otra ocasión nos dice: Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón y hallaréis descanso para vuestras almas (Mt 11, 29). Pero Él nunca se dejó subyugar por sus adversarios; se hacía respetar.

De todos modos, en su vida dominan la mansedumbre y la humildad. El profeta Isaías lo retrata así: No gritará, no clamará, no voceará por las calles. La caña cascada no la quebrará, el pabilo vacilante no lo apagará (Is 42, 3). Para estar bien imbuidos de esta actitud de Jesús es necesario permanecer en Él, como el sarmiento en la vid. Entonces resulta sencillo hallar respuesta a toda coyuntura; entonces actuamos como Él actuaría.

¡Cuidado con la gente!

No es que Jesús me esté invitando a desconfiar de todos adoptando actitudes defensivas. Esta advertencia la pongo, como todo, en la perspectiva general de todo el Evangelio. Así veré que la primera persona de quien debo desconfiar es la mía propia. A partir de ahí construyo mi confianza plena en el Señor. Y desde esa confianza plena en el Señor, me abro confiado a todo el mundo, porque el Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré? El Señor es el refugio de mi vida ¿quién me hará temblar? (Salmo 26).

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