Continúa el discurso apostólico de Jesús a los Doce. El Evangelista Lucas (cap. 10), haciéndolo extensivo a 72 discípulos, nos dice que el discurso de Jesús es válido para todo cristiano.
No está el discípulo por encima del maestro, ni el siervo por encima de su amo.
Son palabras a tener siempre presentes, especialmente en situaciones de indefensión y vulnerabilidad. Será oportuno escucharlas con el telón de fondo de la bienaventuranza del perseguido: Dichosos cuando os injurien y persigan (Mt 5, 11). La misericordia y la ternura de Dios son compatibles con el sufrimiento, tal como nos enseña el Crucificado.
No temáis, pues; vosotros valéis más que muchos pajarillos.
De nuevo la invitación a desechar todo miedo y, por encima de todo, a confiar. ¡Son tantos los miedos capaces de bloquear a las personas más piadosas! El miedo al qué dirán, el miedo escénico, el miedo a no ser capaces de cumplir una misión… El creyente nunca debe resignarse a vivir intimidado por nada, ni por las amenazas exteriores ni por las torpezas personales. Solamente así, liberado de todo miedo, es posible salir de uno mismo, y vivir más disponible, y ser más perspicaz y más audaz.
La vida del que ha descubierto a Jesús se llena de un gozo interior tan grande, que nada ni nadie puede robárselo. Cristo da a los suyos la fuerza necesaria para no estar tristes ni agobiarse, pensando que los problemas no tienen solución. Apoyado en esta verdad, el cristiano no duda que aquello que se hace con amor, engendra una serena alegría, hermana de esa esperanza que rompe la barrera del miedo y abre las puertas a un futuro prometedor (Papa Francisco).
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