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09/09/2021 Jueves 23 (Lc 6, 27-38)

A vosotros que escucháis os digo: Amad a vuestros enemigos, tratad bien a los que os odian.

Nos lo dice a nosotros que le escuchamos y seguimos; no a quienes no le escuchan ni le siguen. Amar a quien me hace mucho daño, no es sencillo. Puede parecer imposible. Lo es, si ponemos los ojos en nosotros mismos. No lo es, si ponemos los ojos en Él. Cuando experimentamos el amor misericordioso de Dios, entonces podemos comunicarlo a quienes no lo merecen. La práctica del verdadero amor no puede ser guiada por cálculos humanos, ni condicionada por el sentido humano de la justicia.

Jesús pone ante nuestros ojos ejemplos de amor en el padre del pródigo, el pastor de la oveja perdida, el buen samaritano. Sobre todo, su propio ejemplo en la cruz: Padre, perdónales porque no saben lo que hacen.

San Pablo nos exhorta: El amor sea sin fingir, detestando el mal y adheridos al bien… Bendecid a los que os persiguen, bendecid y no maldigáis… A nadie devolváis mal por mal… No te dejes vencer por el mal, antes vence con el bien el mal (Rm 12).

Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo.

Cuando perdonamos a quien nos hace daño, o cuando damos sin esperar nada a cambio, entonces somos verdaderamente hijos del Padre de todos, el Padre generoso con ingratos y malvados.

El Papa Francisco comenta: Se abre de par en par, para todos, la puerta de la divina misericordia, el amor como fuerza de purificación de las conciencias, fuerza de renovación de las relaciones sociales, fuerza de proyección para una economía distinta, que pone en el centro a la persona, el trabajo, la familia, en lugar del dinero y el beneficio. Este camino es la senda buena para todos.

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