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09/09/2025 Martes 23 (Lc 6, 12-19)

  • Foto del escritor: Angel Santesteban
    Angel Santesteban
  • hace 1 día
  • 2 Min. de lectura

Subió Jesús a la montaña a orar, y pasó la noche orando a Dios.

La rutina diaria de Jesús comienza con un rato de retiro, de oración, al hacerse de día (Lc 4, 42). Pero cuando piensa tomar una decisión tan crucial como la elección de los apóstoles, entonces se toma más tiempo para orar, para estar con el Padre.

Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos y eligió doce de entre ellos.

El número doce no es arbitrario; representa a las doce tribus de Israel y representa la universalidad del Reino. Al final les mandará a predicar el Evangelio hasta los confines del mundo. También a los discípulos que no forman parte del grupo de los doce. Entretanto recorren juntos las aldeas de Galilea, les va introduciendo en el misterio de Dios, ellos le escuchan y tratan de comprender, se sientan a la mesa con personas de dudosa reputación… Poco a poco van descubriendo un rostro distinto, muy distinto, de Dios. Jesús tiene que armarse de paciencia ante las limitaciones y ambiciones de los suyos.

¿Quizá fue una elección equivocada? ¿Cómo explicar la elección del traidor? A esta pregunta San Pablo responde así: ¡Qué insondables sus decisiones, qué incomprensibles sus caminos! (Rm 11, 33). Jesús nos invita a rumiar lo dicho por Él tras ser traicionado por Judas: Todo esto sucede para que se cumplan las profecías (Mt 26, 56).

Bajó del monte con ellos y se paró en un llano con un grupo grande de discípulos y de pueblo.

 

Si el monte es lugar preferido para el encuentro con Dios, el llano es el espacio para el encuentro con los hombres. Los discípulos tenemos que ascender y descender cada día. O dejaremos de ser sal y luz de la tierra.

 
 
 

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