El templo al que Jesús se refería era su propio cuerpo.
La Basílica de Letrán es la catedral del obispo de Roma, símbolo físico del cuerpo místico de Cristo. Con esta fiesta celebramos la unidad de los seguidores de Jesús. Actualmente es una unidad deficiente. Al final de los tiempos la unidad será plena. Porque, como dice el Señor: Tengo otras ovejas que no pertenecen a este redil. A ésas tengo que guiarlas para que escuchen mi voz y se forme un solo rebaño con un solo pastor(Jn 10, 16). Lo dice también Pablo: Dios hará que, en la plenitud de los tiempos, todo tenga a Cristo por cabeza, lo que está en los cielos y lo que está en la tierra (Ef 1, 10).
La fe de nuestros antepasados, a lo largo de siglos de cristiandad, ha construido catedrales y templos que todos admiramos. Muchos de ellos son ahora poco más que museos. De todos modos, las lecturas de hoy no nos hablan de templos de piedra, sino del templo vivo que es el cuerpo de Cristo, construido con las piedras vivas de sus seguidores. Como piedras vivas que somos, estamos llamados a ser testimonio luminoso y gozoso de la presencia del Dios-Amor en medio de la humanidad.
Los edificios donde nos reunimos son muy útiles, y los llamamos iglesias. Pero la Iglesia verdadera somos nosotros. Todo ser humano, creyente o no creyente, forma parte de la Iglesia. Porque a la Iglesia pertenece todo hombre y toda mujer a quien, de una u otra forma, llega la salvación de Jesús.
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