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09/12/2020 Miércoles 2º de Adviento (Mt 11, 28-30)

Acudid a mí los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré.

Cansados y agobiados: por aprietos de la vida diaria, por relaciones complicadas, por problemas personales que roban la paz…. Cansados y agobiados, por lo que sea. Sin ser capaces de disfrutar de la vida y haciéndola difícil a quienes tengo cerca. Así, cansados y agobiados, Jesús nos invita a acercarnos a Él, poniendo a sus pies nuestra pesada mochila.

¿Cómo acudir a Él? Puedo recurrir a la oración; como Él en Getsemaní. Y salir, como Él, reconfortado. Puedo recurrir al sacramento del perdón; como los discípulos de Emaús. Y salir, como ellos, restablecido. Puedo buscarle y encontrarle quizá fuera, quizá dentro de mí; siempre con la Palabra de Dios como guía segura.

La tarea de Jesús consiste en que tengamos plenitud de vida. Esa misma es nuestra tarea. Como aquellos amigos del paralítico, también nosotros, privilegiados con el regalo de la fe, estamos llamados a acercar a Jesús a quien esté paralítico, cansado o agobiado; llamados a transmitir vida de calidad a nuestro alrededor. Mansos y humildes como Él, transmitimos paz y bienestar allí donde más abundan las miserias y los agobios humanos.

Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas.

Las vacaciones son cosa buena. Pero el verdadero descanso no se consigue con unas vacaciones. No es suficiente desconectar de las ocupaciones y preocupaciones de la vida diaria. Es necesario hundir en Dios las raíces de nuestra existencia; en ese Dios que es Jesús y que encontramos en las páginas de los Evangelios: Acudid a mí los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré.


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