Quedaban asombrados de su doctrina, porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas.
La Buena Noticia que proclama Jesús, la Buena Noticia que es el Evangelio, la Buena Noticia que es Jesús, no se enseña de oídas, como si de lecciones de matemáticas se tratase. Jesús enseña con autoridad, provoca asombro en sus oyentes, porque lo hace desde la vivencia personal de lo que dice.
Según el Evangelista Marcos, los escribas eran unos profesionales de la religión y enseñaban desde lo aprendido en las escuelas, sin el peso de la experiencia. No producían asombro en su audiencia. De hecho, un hombre poseído por un espíritu maligno y que hasta entonces no había alterado el orden, cuando escucha a Jesús se pone a gritar: ¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros? Sé quién eres: el Santo de Dios.
Primero en plural, luego en singular. Es una persona con problemas de identidad. Por tanto, con fuertes desequilibrios psíquicos. Algo, por desgracia, de tanta actualidad. Ante esta escena podemos preguntarnos por qué tantas personas piadosas tienen comportamientos patológicos que tienen que ver con lo religioso: el legalismo, el rigorismo, los escrúpulos… Según esta escena en la sinagoga de Cafarnaún, esto se debe a que no han tenido quien les enseñe con autoridad.
Jesús lo increpó: Cállate y sal de él.
Jesús libera a aquel hombre del espíritu maligno que lo esclaviza: cállate. Un espíritu maligno es como el miedo. O como una bola de nieve que cuantas más vueltas da más grande se hace. En lo posible, mejor no hacerle caso; no dedicarle ni un pensamiento ni una palabra. Y cuando se ponga a gritar fuerte, tratar de hacerle callar con la oración confiada.
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