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10/02/2022 Santa Escolástica (Mc 7, 24-30)

  • Foto del escritor: Angel Santesteban
    Angel Santesteban
  • 9 feb 2022
  • 2 Min. de lectura

Habiendo oído hablar de Él, una mujer, cuya hija estaba poseída de un espíritu inmundo, vino y se postró a sus pies.

Estamos en la región pagana de Tiro, en una sociedad esclava de los ídolos. También allí hay hospitalidad. Jesús, que quiere pasar desapercibido, encuentra una casa que le acoge. Encuentra también una mujer que cree en Él. O mejor, es la mujer quien le encuentra a Él y le ruega que expulse de su hija el demonio.

Esta mujer, de la que no sabremos nada más, representa bien a tantos que viven un cristianismo heredado como algo periférico en sus vidas; también a ellos les atiende Jesús. Dice el Papa Francisco que su camino es el camino de una persona de buena voluntad que busca a Dios y lo encuentra. Esta es la historia de mucha gente que aún hoy recorre este camino. Y el Señor espera a estas personas movidas por el Espíritu.

No conocemos detalles de la enfermedad de la hija. Podemos pensar en depresiones que hacían insoportable la vida de ambas, hija y madre. Todos conocemos jóvenes que amargan la vida de sus madres. Y madres tóxicamente prisioneras de sus hijos.

Dura la respuesta de Jesús: No está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perritos Extraordinaria la ingeniosa reacción de la mujer: Sí, Señor; que también los perritos comen bajo la mesa migajas de los niños… Magnífica la conclusión: Por lo que has dicho, vete; el demonio ha salido de tu hija.

Mientras contemplamos a la mujer que vuelve presurosa para abrazar a su hija, nos hacemos unas preguntas. ¿Cuál sería mi niña endemoniada? ¿Cuánto asumo las pesadas situaciones que me toca vivir? ¿Estoy tan seguro de Jesús como lo estaba aquella mujer?

 
 
 

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