Os he dicho esto para que, cuando llegue la hora, os acordéis de que ya os lo había dicho.
La hora suya y la hora nuestra. Jesús no quiere que los cristianos pensemos que lo nuestro es un camino de rosas. Lo había dicho poco antes: Os lo digo antes de que suceda, para que cuando suceda creáis que Yo Soy (Jn 13, 19). En otro momento dijo que quien quiera seguirle que se niegue a sí mismo y tome su cruz; y que las zorras tienen madrigueras y los pájaros nidos, pero el Hijo del Hombre no tiene dónde reclinar su cabeza.
También a nosotros, como a Él, nos toca beber frecuentemente de la copa del sufrimiento y del conflicto. Los conflictos y sufrimientos que provienen de los de fuera son los menos y los menos fuertes. Los conflictos y sufrimientos que provienen de los de dentro son los más frecuentes y los más duros. Siempre tenemos cerca personas santas que nos complican la vida: Llegará la hora en que todo el que os mate piense que da culto a Dios. Quienes mataron a pedradas a Esteban, Pablo entre ellas, eran personas piadosas.
El Espíritu de la verdad dará testimonio de mí; y también vosotros daréis testimonio, porque habéis estado conmigo desde el principio.
La efusión del Espíritu marcó un antes y un después en la vida de los primeros discípulos; del temor pasaron a la audacia. Asimilaron perfectamente las palabras de Jesús: ¡Ánimo! Yo he vencido al mundo (Jn 16, 33). Necesitamos la energía del Espíritu para afrontar con entereza pruebas, conflictos y sufrimientos. Necesitamos crear adicción a la Palabra de Dios.
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