10/05/2025 San Juan de Ávila (Jn 6, 60-69)
- Angel Santesteban
- hace 4 horas
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Muchos de sus discípulos, al oírle, dijeron: Es duro este lenguaje. ¿Quién puede escucharlo?
Es una postura perfectamente comprensible desde la razón y el sentido común. Eso de que mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida es inadmisible. Pero, ¿por qué Pedro, en nombre del pequeño grupo que continúa con Jesús, dice: Tú tienes palabras de vida eterna y nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios? Porque, como dijo Jesús en otra ocasión: esto no te lo ha revelado la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos (Mt 16, 17). Y porque nadie puede venir a mí si no se lo concede el Padre. De todos modos, Pedro y sus compañeros que continúan fieles a Jesús, no están todavía capacitados para comprender lo que eso significa. Las palabras de Jesús esconden una realidad divina que solamente el Espíritu puede hacer aceptar. La fe tiene poco que ver con razones o lógicas; tiene que ver con la confianza ciega en la persona de Jesús.
Desde entonces muchos de sus discípulos se volvieron atrás y ya no andaban con Él.
Muchos discípulos abandonaron a Jesús. Hace unas décadas nos costaba comprender esto; ahora, ante la deserción de tantos bautizados, vemos que la historia se repite. No nos extrañamos de que, al comprender mejor de qué va la cosa, muchos se vayan.
Dice el Papa Francisco: Dios se hizo carne y sangre: se rebajó a ser hombre como nosotros. Nos pide, por tanto, que no lo busquemos fuera de la vida y de la historia, sino en la relación con Cristo y con los hermanos. Este es el camino para el encuentro con Dios: la relación con Cristo y los hermanos.
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