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10/06/2021 Jueves 10 t.o. (Mt 5, 20-26)

Os digo que si vuestra justicia no supera a la de los letrados y fariseos, no entraréis en el reino de Dios.

La justicia de letrados y fariseos, justicia de la ley, tiene poco que ver con la justicia del Evangelio. Lo atestigua el antiguo fariseo Pablo: Desconociendo la justicia de Dios y empeñándose en establecer la suya propia, no se sometieron a la justicia de Dios (Rm 10, 3). Hablar de justicia de Dios es hablar de misericordia: Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso (Lc 6, 36).

Si mientras llevas tu ofrenda al altar te acuerdas de que tu hermano tiene queja de ti, deja la ofrenda delante del altar, ve primero a reconciliarte con tu hermano y después vuelve a llevar tu ofrenda.

Primero el prójimo, luego Dios. Primero la reconciliación, luego el culto y la devoción: Si alguno dice: yo amo a Dios, y odia a su hermano, es un mentiroso. Pues quien no ama a su hermano a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve (1 Jn 4, 20). ¿Me distancio de mi hermano? Me distancio de Dios. Puedo ser legalmente correcto, pero evangélicamente perverso. El quinto mandamiento NO MATARÁS, es radicalizado por Jesús. Para Él, no matar significa también no herir a los prójimos ni de palabra ni de pensamiento. El cristiano fiel sabe depositar confiadamente todos los días sobre el altar las tensiones de la convivencia.

El amor al prójimo es una actitud tan fundamental que Jesús llega a afirmar que nuestra relación con Dios no puede ser sincera si no queremos hacer las paces con el prójimo. Por ello estamos llamados a reconciliarnos con nuestros hermanos antes de manifestar nuestra devoción al Señor en la oración (Papa Francisco).

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