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10/09/2021 Viernes 23 (Lc 6, 39-42)

¿Podrá un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán ambos en un hoyo?

Son palabras dirigidas, no los fariseos, sino a los discípulos; a todos nosotros. Por eso continúa: El discípulo no es más que el maestro; cuando haya sido instruido, será como su maestro. Mientras el discípulo no haya sido instruido, no será como el maestro.

Sucede a muchos hombres y mujeres. Se consideran discípulos del Maestro, pero no han sido instruidos. Esto se pone de manifiesto en su manera de oración. Suele ser una oración de reflexión o de ensimismamiento, en la oscuridad. Suele girar en torno a uno mismo; no gira en torno a la Palabra de Dios. Tales discípulos o discípulas tienen toda la apariencia de santos, pero pueden ser muy ciegos. Y es que no se llega al mejor conocimiento propio si no es desde el mejor conocimiento del Maestro. Y el fruto de este mejor conocimiento propio es la humildad.

¿Por qué te fijas en la mota que lleva tu hermano en el ojo y no reparas en la viga que llevas en el tuyo?

Ante este reto del Maestro haría bien preguntándome: ¿Suelo ser crítico con comportamientos ajenos? ¿Me aplico a no hacer a los demás la vida más difícil de lo que es? ¿Soy lo suficientemente inteligente como para entender que mis juicios negativos muestran mi poca calidad humana?

En el Evangelio de ayer el Maestro me pedía ser compasivo como el Padre es compasivo. La compasión, primer rasgo de Dios, debe serlo también del discípulo. No me está permitido, por tanto, vivir alejado de los malos, sino amarlos como Él los ama. No basta con creer en Dios; necesito creer en el Dios de Jesús, en el Dios que es Jesús.

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