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10/09/2022 Sábado 23 (Lc 6, 43-49)

Os voy a explicar a quién se parece el que acude a mí, escucha mis palabras y las pone por obra. Se parece a uno que iba a construir una casa: cavó, ahondó y puso los cimientos sobre roca.

Dos hombres construyen su casa. Parecería que los dos hacen lo mismo, pero no. Uno construye su casa sobre roca y el otro sobre arena. Y cuando llegan las tormentas y las avenidas de agua una casa resiste mientras la otra se derrumba.

Dos cristianos pueden vivir su vida de manera aparentemente idéntica: ambos van a misa y ambos guardan los mandamientos. Pero uno vive un cristianismo endeble por no estar familiarizado con el Evangelio y centrar su atención en sus propias obras y méritos. El otro vive un cristianismo sólido por tener el Evangelio como fuente principal de su vida y así tener sus ojos fijos únicamente en Jesús, mi roca y mi baluarte, mi libertador y mi Dios; la roca en que me amparo, mi escudo y mi fuerza salvadora, mi ciudadela y mi refugio (Salmo 18, 3).

El cristiano que construye sobre arena está dominado por el hombre viejo y no tiene conciencia de haber sido salvado. El cristiano que construye sobre roca ha experimentado una conversión radical y vive de manera positiva también su pecado, su fragilidad y sus heridas. Cuando construyo mi casa sobre la Roca, el pecado ya no domina sobre mí, ya no estoy bajo la ley sino bajo la gracia (Rm 6, 14).

Solamente Él es roca firme: Sin mí no podéis hacer nada (Jn 15, 5). Con Él todo es posible: Todo lo puedo con Aquél que me da fuerzas (Flp 4, 13).

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