Por aquellos días, se fue Él al monte a orar y se pasó la noche orando a Dios.
Su momento de oración suele ser el de las primeras horas de la mañana: Al hacerse de día salió y se fue a un lugar solitario (Lc 4, 42). Esta vez, cuando tiene decidido algo tan importante como la elección de los doce apóstoles, se pasa la noche entera en oración. Quiere hacer la elección en perfecta sintonía con Abbá.
Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos y eligió doce de entre ellos, a los que llamó también apóstoles.
¿Para qué los elige Jesús? Marcos dice que para que estuvieran con Él. Luego añade: y para enviarlos a predicar con poder de expulsar demonios (Mc 3, 14). O sea, que lo que Jesús busca ante todo es un grupo de amigos. Es lo que les dice al final: A vosotros os he llamado amigos (Jn 15, 15). Evidentemente no son hombres escogidos por sus cualidades; son, más bien, torpes. Jesús, para hacerles entender la realidad del Reino de Dios, usará con ellos muchos cuentos y fábulas. Sobre todo, echará mano de su paciencia. La tiene en abundancia, aunque a veces se le agota: ¿Hasta cuándo estaré con vosotros y habré de soportaros? (Lc 9, 41).
Las limitaciones de aquellos doce apóstoles son muchas. Les costará muy mucho asumir la cruz. No dejarán de soñar en un reino de este mundo, incluso después de la cruz y resurrección: Señor, ¿es en este momento cuando le vas a establecer el Reino a Israel? (Hechos 1, 6). De todos modos, han sido seducidos, y le siguen, y están con Él. De eso se trata; eso es lo que verdaderamente importa.
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