11/01/2022 Martes primero (Mc 1, 21-28)
- Angel Santesteban
- 10 ene 2022
- 2 Min. de lectura
Su fama se divulgó rápidamente por todas partes, en toda la región de Galilea.
El nombre de Jesús comienza a ser popular en la región. Pero la fama, el buen nombre o el qué dirán, no condicionan a su vida. El síndrome de la galería no le afecta. De hecho, cuando se ve rodeado de grandes multitudes, se mostrará escéptico: No se confiaba a ellos porque los conocía a todos (Jn 2, 24). Es ésta una buena oportunidad para preguntarme, siempre con el Señor al lado, cuánto me afecta lo que otros piensan o dicen de mí.
¿Has venido a destruirnos? Sé quién eres tú: ¡el Consagrado de Dios! Jesús le increpó: ¡Calla y sal de él!
Esto sucede en espacio y tiempo sagrados: la sinagoga y el sábado. Jesús acabará con la sacralidad asentada en tiempos y espacios, para asentarla en los prójimos. ¿Qué decía Jesús? No lo sabemos. Sí sabemos que la gente estaba asombrada porque no enseñaba como los letrados, sino con autoridad. Los letrados suelen ocuparse de lo institucional. Al espíritu inmundo de aquel pobre hombre no le incomodan los letrados, pero se pone nervioso ante Jesús. Espíritus inmundos y trastornos patológicos (rigorismo, escrúpulos, etc.), no son raros entre personas piadosas.
¡Calla y sal de él! Todo espíritu inmundo se parece al miedo; o a una bola de nieve. Cuanto más vueltas le demos mayor se hará. Pero si encontramos la manera de no hacerle ningún caso ni con la palabra ni con el pensamiento, entonces el espíritu inmundo comenzará a esfumarse. No es bueno establecer diálogo alguno con ningún espíritu inmundo. Es necesario adoptar la estrategia de poner los ojos en el Señor. Siempre, pero muy especialmente cuando el espíritu inmundo trate de atraer nuestra atención.
Comentarios