María estaba frente al sepulcro llorando.
Pedro y Juan, después de ver el sepulcro vacío, se han ido. Juan nos dice que él sí, que él vio y creyó. No dice eso ni de Pedro ni de Magdalena; a ellos no se les encendió la luz de la fe en el Resucitado. Magdalena, se ha quedado sola junto al sepulcro y llora afligida por la muerte del amor de su vida.
Todos los discípulos acabarán creyendo y siendo testigos de la Resurrección. Cada uno desde su experiencia personal y desde su particular personalidad. Pedro de manera más extrovertida y vehemente; Magdalena de manera más delicada y cálida.
Le dice Jesús: Suéltame, que todavía no he subido al Padre. Ve a decir a mis hermanos: Subo a mi Padre y vuestro Padre, a mi Dios y vuestro Dios.
Cuando Jesús la ha llamado por su nombre, Magdalena ha reconocido a Jesús. Ha vuelto a sentir el gran amor de Jesús hacia ella. Ahora Jesús le pide una relación nueva: Suéltame. Magdalena pretende continuar queriendo a Jesús como antes, con amor posesivo. Que, en el fondo, es amor egoísta. Jesús le pide que se desprenda y no le retenga; que le mire menos a Él y mire más a los prójimos. María Magdalena acepta encontrarle de ahora en adelante en los hermanos.
Vete a decir a mis hermanos… La experiencia que ha tenido del Resucitado debe compartirla con el resto de discípulos. La misión del creyente es transmitir su experiencia de Dios. Diles que subo a mi Padre y vuestro padre. No estamos aquí para quedarnos aquí; estamos aquí para subir.
María Magdalena fue a anunciar a los discípulos: He visto al Señor y me ha dicho esto.
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