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11/05/2021 Martes 6º de Pascua (Jn 16, 5-11)

Os conviene que yo me vaya. Si no me voy, no vendrá a vosotros el Valedor; si me voy, lo enviaré.

Al Espíritu Santo, Espíritu del Padre y del hijo, le llamamos Valedor, Defensor, Paráclito… (El término griego paráclito tiene varias traducciones: intercesor, mediador, consolador…). El Espíritu nos enseña todo lo que Jesús dijo (14, 26); nos lleva a la verdad plena (16, 13). Jesús, subido al cielo, continúa presente y activo en nosotros por su Espíritu; con una presencia más poderosa que la del Jesús físico.

Cuando Él venga, mostrará al mundo dónde está la culpa, dónde la inocencia y dónde el juicio.

Dónde está la culpa: culpa o pecado, consistente en no creer en Jesús. Dónde la inocencia: inocencia o justicia de Dios, consistente en la misericordia. Dónde el juicio: juicio o condenación. Porque el príncipe de este mundo ya ha sido condenado a la desaparición: Porque la luz luce en las tinieblas y las tinieblas no la sofocaron (1, 5). Porque, como nos dice el final de este capítulo 16 de Juan: ¡Ánimo! Yo he vencido al mundo (16, 33). Dichosos los que no han visto y han creído (20, 29). Así es cómo, desde el futuro, iluminamos el presente.

Ni las portentosas señales de Jesús, ni su admirable doctrina han abierto los ojos del mundo. El mundo continúa inmerso en la oscuridad de la más profunda ignorancia. Es la razón del Crucificado para interceder por el mundo: Padre, perdónales porque no saben lo que hacen (Lc 23, 35). Pero el Espíritu hará que, llegado el momento culminante de la plenitud de los tiempos, todo tenga a Cristo por cabeza y toda lengua confiese que Cristo Jesús es el Señor, para gloria de Dios Padre (Flp 2, 11).

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