San Pablo, en la segunda lectura, nos ofrece la mejor inspiración para celebrar cumplidamente esta fiesta del Sagrado Corazón de Jesús: Que podamos comprender con todos los santos la anchura y la longitud, la altura y la profundidad, y conocer el amor de Cristo que excede a todo conocimiento, y nos llenemos así de toda la plenitud de Dios. Pablo supo mucho del amor de Cristo que excede todo conocimiento: ¿Quién nos separará el amor de Cristo?... Ninguna criatura podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús Señor nuestro (Rm 8, 35-39). Y nos exhorta a ser imitadores suyos, porque Cristo murió por todos, para que ya no vivan para sí los que viven, sino para aquel que murió y resucitó por ellos (2 Cor 5, 15).
Veíamos en la primera lectura, cómo este amor de Dios que excede todo conocimiento y manifestado en Jesús, ya había sido oteado por los profetas: Me da un vuelco el corazón y se me conmueven las entrañas. Soy Dios y no hombre, el Santo en medio de ti y no enemigo devastador.
Finalmente, el Evangelio nos ha mostrado la impactante imagen del corazón abierto de Jesús: Uno de los soldados le atravesó el costado con una lanza y al instante salió sangre y agua. Brazos abiertos y corazón abierto, para que nos acerquemos sin miedo alguno; sobre todo cuando nos sintamos más pecadores. La contemplación de la gran herida en el costado de Jesús es la mejor puerta de acceso a la plenitud de la verdad.
¡Qué hermosa es la verdad, la verdad del amor! Me amó y se entregó por mí. En esto consiste la verdad (Santa Isabel de la Trinidad).
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