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11/08/2021 Santa Clara (Mt 18, 15-20)

Si tu hermano llega a pecar, vete y repréndele, a solas tú con él.

Es un momento delicado. Siendo todos tan delicados, nos sentimos heridos y herimos con suma facilidad. Por eso que siempre, especialmente cuando parece oportuna la corrección fraterna, hay que proceder con la mayor delicadeza. Como la demostrada por el Señor hacia Pedro con sus tres preguntas después de las tres negaciones. O hacia la mujer adúltera. O la del padre de la parábola con su hijo pródigo; ni sermones, ni exhortaciones.

La conducta de Dios se resume en una palabra: misericordia. La conducta de todo hijo e hija de Dios debe estar delicadamente impregnada de misericordia para poder ir al encuentro de toda persona llevando con nosotros la bondad y la ternura de Dios. La misericordia es el acto último y supremo con el cual Dios viene a nuestro encuentro. Es la vía que une a Dios y al hombre, porque abre el corazón a la esperanza de ser amados sin tener en cuenta el límite de nuestro pecado. La misericordia siempre será más grande que cualquier pecado (Papa Francisco).

Donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.

Nadie puede ser discípulo de Jesús por libre. Nadie puede ser cristiano prescindiendo de la comunidad, de esta Iglesia a la que san Ambrosio llamó CASTA MERETRIX. No es posible vivir una vida cristiana en primera persona del singular. El Señor nos pide aprender a convivir serenamente con toda cizaña, la personal y la eclesial. Siempre con actitud de delicada misericordia hacia aquel que se equivoca. Delicadeza, prudencia, humildad y atención respecto a quien ha cometido una falta, evitando que las palabras puedan herir y matar al hermano (Papa Francisco).

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