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11/08/2022 Santa Clara (Mt 18, 21 - 19, 1)

Esto mismo hará con vosotros mi Padre celestial, si no perdonáis de corazón cada uno a vuestro hermano.

Es la conclusión de la parábola del siervo perdonado por su amo y que luego no supo perdonar a su compañero. Suena muy fuerte; se equipara al pecado contra el Espíritu que no puede ser perdonado.

Los cristianos estamos obligados a perdonar como Dios perdona; como perdona Jesús. Cuando carga sobre los hombros con la oveja extraviada, o cuando pide muriendo en la cruz: Padre, perdónales porque no saben lo que hacen (Lc 23, 34). Quien no quiere perdonar de corazón debería olvidarse de rezar el Padrenuestro; y de acudir a misa: si al presentar tu ofrenda en el altar te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja tu ofrenda y vete primero a reconciliarte con tu hermano; luego vuelves y presentas tu ofrenda (Mt 5, 23-24).

El Papa Francisco comenta: Nos podría venir la duda: si perdono como pide Jesús, ¿no corro el riesgo de que los demás me pisoteen? ¿Vale la pena la propuesta de Jesús? ¿O es un perdedor? No es perdedor, sino sabio. La propuesta de Jesús es sabia porque el amor, aunque parezca débil a los ojos del mundo, en realidad vence. En la cruz demostró ser más fuerte que el pecado, en el sepulcro venció a la muerte.

Todos hemos escuchado la expresión tolerancia cero referida a algunos nefandos delitos. ¿La habría usado Jesús? El perdón va más allá de tolerancia cero. Todos deberíamos sentir como Teresa de Lisieux: Aunque hubiera cometido todos los crímenes posibles, seguiría teniendo la misma confianza. Sé que toda esa multitud de ofensas sería como una gota de agua arrojada en una hoguera encendida.

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