11/08/2025 Santa Clara (Mt 17, 22-27)
- Angel Santesteban
- 10 ago
- 2 Min. de lectura
Yendo un día juntos por Galilea…
Juntos. En el grupo se respira un ambiente familiar. Jesús lo favorece. A veces busca con los discípulos lugares solitarios para estar a solas con ellos, a veces tiene pequeños detalles con ellos. Como el de hoy con Pedro: Vete al lago, echa un anzuelo y al primer pez que pique agárralo, ábrele la boca y encontrarás una moneda. Tómala y paga por mí y por ti. Con Jesús prefiere el trato familiar al trato protocolario.
Se entristecieron mucho.
Es la segunda vez que Jesús habla a los discípulos de su muerte a manos de los hombres. Han escuchado en silencio y se han entristecido; y no han entendido. Continuarán pensando que el mesianismo de Jesús tiene que ser algo espectacular, triunfal; no cabe otro camino. Asimilarán las palabras y el mesianismo de Jesús solamente después de la resurrección, cuando el Espíritu les guíe hasta la verdad completa (Jn 16, 13). ¿A quién no le resulta complicado deshacerse de convicciones profundas apoyadas en antiguas y sagradas tradiciones? También a nosotros nos cuesta asumir el destino del Maestro que es el de la cruz.
Por tanto, libres están los hijos.
Para ser libres nos ha liberado Cristo (Ga 5, 1). Para Dios, todos somos hijos e hijas muy queridos. No lleva cuenta de nuestras infidelidades. Seréis alimentados, en brazos seréis llevados, sobre las rodillas seréis acariciados. Como aquel a quien su madre consuela, así yo os consolaré. Al verlo se os alegrará el corazón, vuestros huesos como césped florecerán (Is 66, 12-14). En verdad, la Verdad nos hace libres (Jn 8, 32). Claro que el ser hijo no me libra de sufrimientos. Pero me da un plus de consuelo y fortaleza ante las cruces de la vida.
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