11/10/2025 Sábado 27 (Lc 11, 27-28)
- Angel Santesteban
- hace 4 días
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Cuando decía esto, una mujer de la multitud alzó la voz y dijo: ¡Dichoso el vientre que te llevó y los pechos que te criaron!
Las mujeres se sentían cómodas con Jesús; apreciaban en Él una actitud acogedora y amable. Jesús aprovecha las ocasiones que se le ofrecen para presentarlas como modelos de fe y generosidad. Muchos de sus discípulos eran mujeres (Lc 8, 3).
La de hoy, no es de sus discípulas; es una mujer de la multitud entusiasmada con la persona de Jesús. Jesús, sin rechazar el piropo, lo corrige. Para dejar claro que en la vida del ser humano hay un tipo de lazos superiores a los de la sangre.
Esta mujer representa una devoción a María buena pero incompleta. Será bueno analizar mi devoción a María a la luz de la devoción de las personas más cercanas a ella: Jesús, Isabel, Juan.
Él replicó: ¡Dichosos, más bien, los que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen!
Para los buenos devotos de María, ella es, ante todo, la creyente, la siempre pendiente de la palabra de Dios. Isabel dirá: Dichosa tú porque has creído. El evangelista Lucas repite dos veces: Su madre conservaba cuidadosamente todas las cosas en su corazón. Es ella quien mejor encarna la acogida de la palabra de Dios. Dichosa ella, no por tantos y tan grandes privilegios, sino por haber escuchado y haber llevado a la vida la palabra recibida.
La Palabra de Dios se hace carne en aquellos que la acogen en la oración. A través de la oración, la Palabra de Dios viene a vivir en nosotros y nosotros vivimos en ella. La Palabra sostiene la acción, nos da fuerza y serenidad, y en los días torcidos asegura un núcleo de confianza (Papa Francisco).
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