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11/11/2022 San Martín (Lc 17, 26-37)

Aquel día, si uno está en la azotea y su ajuar en la casa, no baje a recogerlo; lo mismo si uno esté en el campo, no vuelva atrás.

A lo largo de esta semana, llegando al final del año litúrgico, la Iglesia nos prepara para los momentos finales de la existencia. Todo va a ser transformado. Todos los días son días de juicio final, porque todos los días muere alguien. Sigamos nuestro camino contemplando las pequeñas bellezas que reflejan la gran Belleza. Pronto estaremos cantando el canto eterno en la contemplación de la gloria de Dios (Papa Francisco). El día de nuestro encuentro con el Señor será el día definitivo de nunca acabar, el día de nuestra plena liberación.

Que no se apodere de nosotros el pánico cuando llegue el momento final. Que permanezcamos tranquilos donde estamos y como estamos. Nada de lamentarnos por no estar preparados; nada de culpabilizarnos por tantas cosas que pudimos hacer y no hicimos… Tranquilos. Vamos a encontrarnos con quien nos ha amado hasta el extremo, y nada podrá separarnos de su amor: ni la tribulación, ni la angustia, ni la persecución, ni el hambre, ni la desnudez, ni los peligros, ni la espada… En todo esto salimos más que vencedores gracias a aquel que nos amó (Rm 8, 35-37).

Comían, bebían, compraban, vendían, plantaban, construían…

Como el rico necio de la parábola. Son trazos que caricaturizan a quienes viven sin Dios y sin futuro. Pero estemos atentos también quienes no vivimos al margen de Dios; es muy posible llevar una vida aparentemente cristiana pero instalada en la rutina y en la comodidad. Que así no sea. Que vivamos libres de pecado y de toda perturbación, mientras esperamos la gloriosa venida de nuestro Salvador Jesucristo.

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