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12/04/2022 Martes Santo (Jn 13, 21-33; 36-38)

  • Foto del escritor: Angel Santesteban
    Angel Santesteban
  • 11 abr 2022
  • 1 Min. de lectura

Os aseguro que uno de vosotros me entregará.

Lo dice turbado en su interior. Turbado y acongojado por la traición de Judas y por el abandono de los suyos: Esta noche todos vais a fallar por mi causa (Mt 26, 31). Es ley de vida encontrarnos solos ante las decisiones más cruciales; sobre todo ante la muerte. Incluso Pedro, el discípulo más leal, le va a traicionar: Te aseguro que antes de que cante el gallo, me negarás tres veces. No hay traición más dolorosa que la de los más íntimos.

En Pedro apreciamos su honradez y generosidad. Ama profundamente a Jesús, pero… En él vemos lo poco que podemos fiarnos de nosotros mismos. Pedro no puede dejar de seguir a Jesús; aunque le sigue de lejos. Y así es cómo tropieza y cae miserablemente. Pero los ojos de Pedro se abrirán a la luz a través de sus lágrimas y de su vergonzosa humillación.

En Judas vemos ansias de grandeza; ansias que comparte con los demás. No era tan diferente del resto de discípulos. En Judas vemos las insondables contradicciones del ser humano. Judas rechaza al Crucificado. No acepta que el camino de la cruz sea el camino de Dios. Cree que tendría que haber otros caminos más razonables. Y como Jesús le decepcionó tanto, Judas se rebeló. Su pecado, como todos nuestros pecados graves, tiene una historia de pequeñas opciones y grandes racionalizaciones.

Después de mirar a Pedro y Judas, que nos enseñan lo que no debemos ser, miramos a Jesús que nos enseña lo que debemos ser. A Judas le ofrece el trozo de pan remojado. A Pedro, una mirada llena de compasión (Lc 22, 61).

 
 
 

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