Subió Jesús a la montaña y se sentó allà en compañÃa de sus discÃpulos.
Cuando leemos y oramos la Palabra de Dios, muy especialmente el Evangelio de Juan, tenemos que hacerlo tratando de desvelar el significado oculto de tantas palabras y tantas situaciones cargadas de simbolismo. En el Evangelio de hoy nos detenemos, por ejemplo, en la palabra pan, signo del alimento espiritual; o en la palabra montaña, lugar preferido de la manifestación de la divinidad; o en la expresión se sentó, como postura que anuncia una instrucción importante.
La instrucción comienza con una pregunta de Jesús a Felipe: ¿Dónde compraremos pan para que coman éstos? El Evangelista se atreve a comentar: Lo decÃa para ponerlo a prueba porque sabÃa bien lo que iba a hacer. Pero ni a Felipe ni al resto de sus compañeros se les ocurre nada, excepto recurrir al dinero que no tienen: Doscientos denarios de pan no bastarÃan para que a cada uno le tocase un pedazo.
Jesús trata de despertar la conciencia de sus discÃpulos; de hacer ver que, ante cualquier necesidad, todos podemos hacer algo. La cosa es sencillamente plantearnos qué es lo que podemos hacer. Asà de sencillo. Con lo que sigue a continuación les hace ver, nos hace ver que, aunque tenemos poco, si sabemos desprendernos de lo poco que tenemos, será suficiente para que todos coman y queden satisfechos.
La escena tiene un fuerte sabor eucarÃstico. La EucaristÃa es una invitación a compartir. Donde faltan el compartir y la fraternidad, sobra la EucaristÃa.
Comenta el Papa Francisco: Nosotros tratamos de acumular y aumentar lo que tenemos; Jesús, en cambio, pide dar, disminuir. Queremos multiplicar para nosotros; Jesús aprecia cuando dividimos con los otros, cuando compartimos.