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12/06/2021 Inmaculado Corazón de María (Lc 2, 41-51)

  • Foto del escritor: Angel Santesteban
    Angel Santesteban
  • 11 jun 2021
  • 2 Min. de lectura

Su madre conservaba cuidadosamente todas las cosas en su corazón.

La madre de Jesús es una mujer de intensa y fecunda vida interior. Entra con frecuencia en su interioridad; siempre de la mano de la Palabra de Dios: Lámpara es tu Palabra para mis pasos, luz en mi sendero (Salmo 119, 105). Palabra de Dios que presidía la vida de la familia de Nazaret. Lo sabemos por el Magnificat y por la familiaridad de Jesús con las Escrituras.

Así es cómo, entrando en su interioridad, María no se queda en la meditación o reflexión. Así es cómo María no pone los ojos en sí misma, sino que los pone solamente en Dios. Así es cómo María adquiere una fina sensibilidad para apreciar la mano de Dios en todo lo que sucede. Así es cómo María detecta los más sutiles estados de ánimo y las carencias que para otros pasan desapercibidos. Así es cómo adquiere entereza para mantenerse serena a los pies de la cruz. Así es cómo halla iniciativa y valor para afrontar, como en Caná, los problemas que se presentan.

Su madre conservaba cuidadosamente todas las cosas en su corazón.

La madre de Jesús es la gran maestra del cristiano. Nos enseña a seguir a Jesús con corazón contemplativo iluminado por la Palabra de Dios. Podríamos ser personas de intensa interioridad. Pero sería una interioridad infecunda si privada de la Palabra de Dios. Careceríamos de luz, de gozo, de perspectiva, de sensibilidad con los prójimos, de entrega, de humildad.

Por eso María no vive anclada en el pasado. Lo atesora como historia personal de salvación, pero está siempre abierta a las novedosas y sorprendentes iniciativas de Dios. Incorpora el pasado al presente para hacerlo motivo de alabanza y agradecimiento.

 
 
 

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