12/06/2022 Santísima Trinidad (Jn 16, 12-15)
- Angel Santesteban
- 11 jun 2022
- 2 Min. de lectura
Cuando venga Él, el Espíritu de la Verdad, os guiará hasta la verdad plena.
¿En qué consiste la verdad plena? En el Dios-Amor, en el Dios-Trinidad, en el Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo. El misterio de Dios-Trinidad, igual que el misterio del amor, no está ahí para ser comprendido o explicado, sino para ser vivido y disfrutado. No pensemos en la Trinidad como el máximo misterio de la metafísica, sino como el máximo misterio de amor. El Dios-Amor, el Dios-Trinidad es vivido y disfrutado por quien, por ejemplo, acostumbra a repetir y recrearse en palabras como éstas: ¡Oh Dios mío, Trinidad a quien adoro! ¡Oh mis Tres, mi Todo, mi Bienaventuranza, Soledad infinita, Inmensidad donde me pierdo! (Isabel de la Trinidad).
Es el Espíritu quien nos va conduciendo poco a poco, según su propio ritmo, a la verdad plena. Para eso, nos va abriendo el corazón al mejor conocimiento de Jesús. Porque quien me ve a mí, ve al Padre (Jn 14, 9). Porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones con el Espíritu Santo que se nos ha dado (Rm 5, 5). No estamos huecos; somos morada de la Trinidad. Porque si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi Padre le amará y vendremos a él y haremos morada en él (Jn 14, 23).
La luz del tiempo pascual y de Pentecostés renueva cada año en nosotros la alegría y el estupor de la fe. Reconocemos que Dios no es una cosa vaga, no es un abstracto, sino que tiene un nombre: Dios es Amor. Hoy alabamos a Dios, no por un particular misterio, sino por Él mismo, por su inmensa gloria. Le alabamos y le damos gracias porque es Amor, y porque nos llama a entrar en el abrazo de su comunión (Papa Francisco).
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