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12/09/2021 Domingo 24 (Mc 8, 27-35)

Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?

La vida de quienes creemos en Jesús gira en torno a esta pregunta, porque hemos hecho de Él el punto de referencia y el Señor de nuestras vidas. Claro que aquel día los discípulos no podían responder cabalmente a la pregunta porque no sabían todavía de la cruz y de la resurrección. De todos modos Pedro, que no sabía lo que decía pero hablaba movido por el Espíritu, responde: Tú eres el Mesías.

¿Quién es Jesús para mí? No valen respuestas dadas por otros y aprendidas de memoria. Tiene que ser una respuesta que brote de lo más profundo de mi ser. Como la de Juan en el lago: ES EL SEÑOR (Jn 21, 7). O como la de Pablo: ES EL HIJO DE DIOS QUE ME AMÓ Y SE ENTREGÓ POR MÍ (Gal 2, 20). Para responder bien a la pregunta de Jesús es imprescindible la oración con el Evangelio. De lo contrario no habrá respuesta personal, y la vida cristiana, quizá moralmente correcta, puede adolecer de intransigencias, de legalismos, de miedos… Cuando se llega a responder la pregunta de Jesús de manera convincente, entonces Él infunde en el creyente la alegría de vivir, la mirada compasiva, y el dinamismo creativo de quien ama y confía.

Para responder la pregunta de Jesús es necesario salir de la inercia y del inmovilismo en que solemos quedar instalados los cristianos de nacimiento. Es necesario, como Jesús dijo a Nicodemo, nacer de nuevo. Y para eso es preciso tener la valentía de cortar tantos cordones umbilicales que nos hacen depender de una vieja y aburrida religiosidad.

El Papa Francisco comenta: El Señor quiere que sus discípulos de ayer y de hoy establezcamos con Él una relación personal, y así lo acojamos en el centro de nuestras vidas. Por eso nos exhorta a ponernos con toda la verdad ante nosotros mismos y nos pregunta: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?

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