La tradición, desde muy antiguo, ha relacionado a nuestra Señora del Pilar con la implantación del Evangelio en la península ibérica. Esta celebración mariana, como tantas otras, ilustra bien las palabras de María: Desde ahora me llamarán dichosa todas las generaciones.
Dichoso el vientre que te llevó y los pechos que te criaron.
¿Qué estaría diciendo Jesús para que aquella mujer se entusiasmara tanto? Si leemos lo que precede veremos que Jesús estaba hablando sobre el fin del señorío del mal, porque el Reino de Dios ya ha llegado. Claro que a aquella mujer, la figura de Jesús le encandilaba en sí misma, independientemente de lo que estuviese diciendo.
No es ésta la única ocasión en que el Evangelio habla de vientres y pechos femeninos. En otra ocasión, camino de la cruz, Jesús dirige estas palabras a las piadosas mujeres de Jerusalén: Dichosas las estériles, los vientres que no parieron, los pechos que no criaron (Lc 23, 29).
Hoy se habla de vientres y pechos en unas circunstancias gozosas. Podemos imaginar que la madre de Jesús andaría por allí cerca y llegaría a escuchar los piropos que aquella mujer le dedica a causa de su Hijo. Naturalmente, María se alegraría. Pero se alegraría más aún con la rápida respuesta de Jesús, el mayor piropo que le dirige su Hijo: Dichosos, más bien, los que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen.
Jesús pronunciará palabras semejantes cuando diga: Mi madre y mis hermanos son los que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen (Lc 8, 21). Su madre sabe escuchar y sabe ajustar su vida a lo escuchado. Aunque no lo comprenda. Cosa que sucede muchas veces desde la concepción de Jesús hasta su muerte en la cruz.
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