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13/02/2022 Domingo sexto (Lc 6, 17; 20-26)

  • Foto del escritor: Angel Santesteban
    Angel Santesteban
  • 12 feb 2022
  • 2 Min. de lectura

Dichosos los pobres porque el Reino de Dios les pertenece.

Somos muchos los que sabemos de memoria las Bienaventuranzas. Somos muchos también los que nos sentimos incómodos con ellas. ¿Quizá porque no las entendemos y pensamos que son una utopía inalcanzable? Así pensaban los discípulos cuando el Señor les dijo que es más fácil para un camello pasar por el ojo de una aguja que para un rico entrar en el reino de Dios. Ellos, espantados, dicen: Entonces, ¿quién podrá salvarse? Y Jesús les responde: Lo que es imposible para los hombres es posible para Dios (Lc 18, 27). Para entender las Bienaventuranzas hay que mirar a Jesús y oírle decir: Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón.

Hemos escuchado cuatro veces la palabra dichosos. El camino de las Bienaventuranzas es el camino de la dicha. Es un camino que solamente se puede hacer en la confianza. Es el camino de la infancia espiritual. Entonces dejamos de sentirnos incómodos con la pobreza propia y ajena. Con toda clase de pobreza: la económica, la física, la mental, la moral. Somos pobres cuando, despojados del propio yo, podemos vivir para Dios y para los demás.

Cuando, como Jesús, nos fiamos plenamente de Abbá, entonces somos dichosos y vivimos felices. Sabemos de paz, de libertad interior, de experiencia de plenitud. Con razón decía Pascal que nadie es tan feliz como un cristiano auténtico. Jesús lo dijo así: Os he dicho estas cosas para que mi alegría esté dentro de vosotros y vuestra alegría sea completa (Jn 15, 11). No olvidemos: la actitud fundamental para el camino de las Bienaventuranzas y de la dicha es la confianza. Entonces somos dichosos; incluso cuando nos toca afrontar el dolor y la contradicción. Especialmente entonces, porque Jesús, al pronunciar las Bienaventuranzas, piensa especialmente en quienes lo están pasando mal. Dice el Papa Benedicto que con las Bienaventuranzas de Jesús entra la alegría en la tribulación. Las Bienaventuranzas son una lámpara en el camino, a veces oscuro, de la felicidad.

 
 
 

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