13/05/2020 Miércoles 5º de Pascua (Jn 15, 1-8)
- Angel Santesteban
- 12 may 2020
- 2 Min. de lectura
Yo soy la vid, vosotros los sarmientos.
Desde niño se había familiarizado con viñas, vides y vinos; lo hace ver en algunas de sus parábolas. Lo hace ver, sobre todo, en la institución de la Eucaristía. La comparación de hoy, sencilla y elocuente, nos dice que Él es la vid y nosotros los sarmientos. Y explica cómo debe ser la relación entre discípulo y Maestro.
Permaneced en mí, como yo en vosotros.
Jesús repite mucho el verbo permanecer. No nos quiere desconectados. Hoy en día se fabrican plantas artificiales preciosas. Solamente acercándonos nos damos cuenta de su artificialidad. Esto pasa con quienes no permanecen en Él; con quienes no tienen una unión vital con el Señor.
Los sarmientos que dan fruto los poda, para que den aún más fruto.
Un poeta benedictino pone en labios del viñador estas palabras dirigidas a los sarmientos de su vid: No tengas miedo a la poda – cuando es verde tu madera, - yo no busco lo que saco, - me interesa lo que queda.
Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que queráis y lo conseguiréis.
El secreto para que el sarmiento dé frutos está en la permanencia en la vid. Y el secreto de permanencia en la vid está en que mis palabras permanecen en vosotros; en la escucha creyente de la Palabra. Cuando la Palabra de Jesús no es el alma de mi vida, vivo en la esterilidad y en las tinieblas de tantas sombras de muerte que anidan en mí y pululan a mi alrededor. El Papa Benedicto dice que en el origen de la sacramentalidad de la Palabra de Dios, está precisamente el misterio de la Encarnación: Y la Palabra se hizo carne (Jn 1, 14).
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