Dentro de poco no me veréis, poco después me veréis.
Dejarán de verlo después de muerto y sepultado; entonces el mundo se alegrará mientras ellos estarán tristes. Pero poco después volverán a verlo. Aquellos discípulos no entienden lo que oyen; lo entenderán pronto: Los discípulos se alegraron al ver al Señor (Jn 20, 20).
Algo parecido sucede con los discípulos de hoy. Poco antes había dicho: Dentro de poco el mundo ya no me verá, pero vosotros sí me veréis (Jn 14, 19). Ahora habla de la visión de la fe. El mundo no ve a Jesús. Para el mundo Jesús carece de significado, no existe. Pero nosotros, los creyentes, le vemos con una visión más profunda y penetrante que la de los ojos. Incluso cuando dejamos de verle porque la noche nos envuelve, sabemos que poco después me veréis. Nos toca vivir un presente que, siendo realidad, no es realidad plena; un presente oscuro iluminado por un radiante futuro. Las tristezas que probamos son pasajeras; son trampolines que nos proyectan a la alegría definitiva.
Estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en gozo.
Jesús está empeñado en que disfrutemos de una buena vida. Repite mucho la palabra dichosos; ha venido para que tengamos vida en abundancia; que nada enturbie nuestra paz. Gozo, alegría, paz, vida en abundancia…: Os he dicho esto para que participéis en mi gozo, y vuestro gozo sea completo (Jn 15, 11).
Este gozo, alegría o paz, no es un elemento más de la vida del cristiano. Sin este gozo, alegría o paz, no hay vida auténticamente cristiana. Claro que para entrar en el secreto de este gozo, debemos tener la sabiduría y el valor de fijar la mirada en el Crucificado.
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