Si el mundo os odia, sabed que a mí me ha odiado antes que a vosotros.
Jesús fue odiado por quienes manejaban las riendas del poder civil y religioso. Nunca intentó atraer su benevolencia con palabras o actitudes de halago o adulación. Como Él mismo dijo, no es posible servir a dos señores. No es posible estar del lado de los pobres y ser bienvisto por los ricos. El día en que no seamos odiados por el mundo, algo no va bien en nuestra vida. Así que debemos aprender a asumir, como Él, los odios y las persecuciones vengan de donde vengan; de fuera o de dentro.
Esto resulta especialmente complicado para quienes han conocido tiempos de cristiandad; aquellos tiempos que matrimoniaron el poder religioso con el poder civil. Algunos añoran con nostalgia aquellos tiempos tan poco acordes con el mensaje de Jesús.
Si fuerais del mundo, el mundo os amaría como cosa suya.
El Papa Francisco comenta: La mundanidad es una cultura: una cultura de lo efímero, una cultura de la apariencia, del maquillaje, una cultura de hoy sí, mañana no. Tiene valores superficiales. No conoce la fidelidad, porque cambia según las circunstancias… Es una cultura de usar y tirar, según la conveniencia. Es una cultura sin lealtad, no tiene raíces.
Por eso el mundo os odia, porque ya no sois del mundo.
Como Jesús, tampoco nosotros somos del mundo. En el mundo no hay amor porque quien manda es don dinero. De todos modos, como Jesús, también nosotros somos para el mundo: Porque tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único… Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por medio de Él (Jn 3, 16-17).
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