Entonces le llevaron unos niños para que pusiera las manos sobre ellos y pronunciara una oración.
Recreamos la escena. Vemos en primer plano a Jesús y sus discípulos. Están serios porque están hablando sobre el matrimonio, y el divorcio y el celibato; los discípulos no están de acuerdo con Jesús. En segundo plano vemos a unas mamás que empujan a sus niños para que se acerquen a Jesús y les bendiga. Lucas (18, 15) dice que los niños eran pequeños. Las mamás no son mencionadas por ningún evangelista, pero tienen que estar ahí.
Hace poco Jesús ha dicho a los discípulos: Si no os hacéis como niños, no entraréis en el Reino de los Cielos (Mt 18, 3). No es posible aceptar la Palabra de Jesús, por tanto no es posible entrar en el Reino, desde la prepotencia de la confianza en uno mismo y en los propios recursos, materiales o de otro tipo. Es necesario hacerse como niños para recibir el Reino de Dios con sencillez, como un regalo gratuito. Como los discípulos no entienden todavía esto, todos a una regañan a aquellas mamás. Para ellos los asuntos del Reino son cosa seria; no son cosa de niños o de mamás.
La predilección de Jesús por los niños y por todo lo pequeño es evidente a lo largo del Evangelio. En el Reino no hay sitio para orgullos y vanidades. El Reino está ocupado por quienes saben de sencillez, de confianza, de conciencia de debilidad, de sentida necesidad de Dios y de los demás.
Intentemos mirar con despacio a los niños. Mirándoles asimilaremos su propio mirar. Y disfrutaremos con el asombro ante los pequeños detalles de la vida diaria y ante la belleza de lo que nos rodea.
Kommentarer