Mientras salía de camino se le acercó uno corriendo y, arrodillándose ante él, le preguntó.
Mientras salía de camino. Lo típico de Jesús es salir de camino, no el asentarse o acomodarse en un lugar. Este hombre que se acerca a Jesús corriendo, se arrodilla ante Él; le obliga a detenerse. Se trata de un hombre joven, según el Evangelista Mateo, con toda la vida por delante. Parece tenerlo todo: holgada situación económica, respetabilidad, responsabilidad… Todo aparentemente perfecto. Pero el hecho es que no vive satisfecho. No sabe qué es lo que le falta, pero no es feliz. Cree que Jesús puede indicarle eso que le falta y cree también que será capaz de seguir las indicaciones de Jesús y conseguir una vida de plenitud.
Jesús le revela el secreto de la felicidad diciéndole: Una cosa te falta: anda, cuanto tienes véndelo y dáselo a los pobres y tendrás un tesoro en el cielo; luego, ven y sígueme. Pero aquel hombre se volvió triste a su casa: abatido ante estas palabras, se marchó triste, porque era muy rico.
¡Qué pena la de aquel hombre! ¡Y qué pena la de tantas buenas personas que viven insatisfechas y apesadumbradas! Personas piadosas que, quizá debido a una deficiente formación cristiana, ponen su confianza en devociones religiosas que tienen poco de liberadoras. Santa Teresa de Jesús las llama devociones a bobas. Hay muchas personas buenas que viven agobiadas por miedos o por sentimientos de culpabilidad.
El secreto de una vida de plenitud está en, como dice Jesús, vender cuanto uno tiene. ¿Qué quiere decir esto? Quiere decir lo mismo que aquello de: quien quiera seguirme, que se niegue a sí mismo. Santa Isabel de la Trinidad lo explica así: Pienso que el alma más libre es la que más se olvida de sí misma. Si me preguntasen por el secreto de la felicidad, yo diría que consiste en no tomarse en cuenta a uno mismo, en negarse de continuo.
El Señor nos dé el pan de cada día, la sabiduría y la valentía de cada día, para seguirle por el camino de la felicidad, del olvido de nosotros mismos.
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