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13/12/2021 Santa Lucía (Mt 21, 23-27)

¿Con qué autoridad haces esto? ¿Y quién te ha dado tal autoridad?

Jesús ha llegado a Jerusalén en su último viaje. Vamos a ser testigos de los eventos más importantes de su vida. Las autoridades religiosas exigen explicaciones sobre cosas tan insólitas como la entrada triunfal en la ciudad y la expulsión de los mercaderes del templo. ¿Cómo se atreve a tales cosas sin pertenecer a la jerarquía? Jesús responde preguntando sobre la autoridad con la que Juan bautizaba.

El bautismo de Juan, ¿de dónde era?, ¿del cielo o de los hombres?

Los jerarcas judíos no creyeron en el Bautista. El mayor de los nacidos de mujer terminó su vida de manera calamitosa: encarcelado y asesinado por la autoridad civil, con la connivencia de la autoridad religiosa. Eso mismo le espera a Jesús. Él trata de hacer ver a sus muy religiosos enemigos lo absurdo de la vida en que viven instalados. Son como chiquillos sentados en las plazas que se gritan unos a otros (Mt 11, 16); gritan, pero no se mueven.

No es compatible el vivir sentado con el estar disponible a la siempre sorprendente iniciativa de Dios. Cuando aparece Jesús en la vida de alguien, ese alguien tiene que moverse y dejar barca, redes y todo lo que le ocupa. Pero esto resulta demasiado complicado para quien, como aquellos solemnes señores, tiene mucho que dejar.

Tampoco yo os digo con qué autoridad hago esto.

El bondadoso Jesús puede ser también categórico y tajante. Es saludable familiarizarnos también con esas facetas suyas más duras y menos afables. Jesús olvida su talante magnánimo cuando se enfrenta con quienes llegan a cosificar incluso la relación con Dios; con quienes viven acomodados en unas santas y seculares costumbres.

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