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13/12/2022 Santa Lucía (Mt 21, 28-32)

A ver, ¿qué os parece? Un hombre tenía dos hijos.

Los dos hijos reciben la misma orden: Hijo, vete a trabajar hoy a la viña. Los dos responden de inmediato: uno que sí, el otro que no. Y los dos se arrepienten de lo dicho: el que ha dicho que sí va, no va, y el que ha dicho que no va, sí va.

La reacción primera ante lo que debemos o no debemos hacer, es la que brota del instinto superficial y tiene una importancia relativa. Más importante es la reacción segunda, la que brota de lo profundo de la voluntad. San Pablo se enfada consigo mismo ante sus reacciones primeras: Lo que realizo no lo entiendo, porque no ejecuto lo que quiero, sino que hago lo que detesto… ¡Desgraciado de mí! ¿Quién me librará de esta condición mortal? (Rm 7, 15 y 24).

Esta parábola de los dos hijos se complementa con la de aquellos otros dos hijos: el pródigo y su hermano mayor. El pródigo dice que no; luego se arrepiente y acaba entrando en la viña. Su hermano mayor dice que sí; luego no entró en la viña. Nosotros, los piadosos, los hermanos mayores, los que hemos dicho que , ¿no estaremos diciendo luego que no, al mirar con ojos severos a los hermanos pródigos? La parábola nos habla de la necesidad de estar siempre atentos a no instalarnos en la complacencia de una religiosidad estereotipada.

Comentario del Papa Francisco: Cuando nosotros seamos capaces de decir al Señor: Señor, estos son mis pecados, no son los de éste o los de aquel…, son los míos. Tómalos tú. Así estaré salvado. Entonces seremos ese hermoso pueblo, pueblo humilde y pobre que confía en el nombre del Señor.

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