Cirilo y Metodio evangelizaron en el siglo IX a diversos pueblos eslavos: checos, búlgaros, rusos… El alfabeto eslavo se llama cirílico gracias al primero de estos dos hermanos. Fueron declarados copatronos de Europa el año 1980.
Después de esto designó el Señor a otros setenta y dos y los envió por delante, de dos en dos, a todas las ciudades y lugares adonde pensaba ir.
Jesús no deja de sorprendernos. Esta vez envía a muchos discípulos a una misión para la que no están preparados. Apenas ha comenzado el viaje a Jerusalén, y todos ellos siguen soñando con un mesianismo nacionalista y triunfalista. Ni la más remota idea de la cruz; ni de tantas otras cosas que forman el núcleo del mensaje y de la persona de Jesús. Nunca podremos acusar a Jesús de perfeccionista. ¿Será porque sabe bien que el resultado de toda misión depende poco de nosotros y mucho del Espíritu?
Les envió por delante de dos en dos.
Francotiradores solitarios pueden obtener mejores logros que grupos bien coordinados. Pero Jesús prefiere el trabajo en equipo a la brillantez de los resultados. Por eso enseña a sus seguidores a orar en primera persona de plural: Padre Nuestro…, danos hoy…, perdónanos como perdonamos… no nos dejes caer…, líbranos del mal.
La mies es abundante, pero los braceros son pocos. Rogad al amo de la mies que envíe braceros a su mies.
Lo que más importa a Jesús en los enviados a cualquier misión es su actitud interior. Le importa que tengamos claro que los resultados no dependen de la pericia del enviado. Que tengamos claro que la tarea primera del enviado es la de María de Betania que, sentada a los pies del Señor, escuchaba sus palabras (Lc 10, 39).
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