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14/03/2024 Jueves 4º de Cuaresma (Jn 5, 31-47)

Si no creéis lo que Moisés escribió, ¿cómo vais a creer en mis palabras?

Jesús se enfrenta a los líderes religiosos de su pueblo. Creen que creen, pero no creen. Han momificado la ley de Moisés privándola de contenido. Si de verdad creyesen en Moisés creerían en Jesús: Moisés os acusará…; pues él escribió acerca de mí.

Estudiáis la Escritura pensando que encierra vida eterna, pues ella da testimonio de mí.

Jesús es el centro de la Escritura. No hay contradicción entre Antiguo y Nuevo Testamento; el Antiguo prepara el Nuevo. La escritura es fuente de vida porque nos transmite, nos comunica la Palabra de Dios: La palabra que existía desde el principio y la Palabra estaba junto a Dios y la Palabra era Dios (Jn 1, 1); La Palabra que es viva y eficaz (Heb 4, 12).

Es difícil para el discípulo la comprensión de la Palabra: Esto no lo comprendieron sus discípulos de momento. Pero cuando Jesús fue glorificado, cayeron en la cuenta de que esto estaba escrito sobre Él (Jn 12, 16). Y también: Hasta entonces no habían comprendido que según la Escritura Jesús debía resucitar de entre los muertos (Jn 20, 9). De ahí que, cuando la presencia de la Escritura es insuficiente, la fe cristiana es tóxica; esa vida cristiana girará excesivamente en torno a uno mismo.

Vosotros enviasteis una delegación a Juan y él dio testimonio de la verdad.

La fama del Bautista se había difundido en todo el país. Pero él no cedió a la tentación de atraer la atención sobre sí mismo. He aquí la primera condición de la alegría cristiana: descentrarse de uno mismo y poner en el centro a Jesús (Papa Francisco).

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